martes, 30 de agosto de 2011

Sobrevivir al verano

Fue el verano pasado, en la feria del vinilo que tuvo lugar en el Agente Naranja (pub beat donde los haya, quizás demasiado para la aldea donde está ubicado). Trabajaba en Portonovo y vivía allí, acogida en el piso de mi madrina.
Cuando salí del hotel aquel día (buena ocupación la de recepcionista si eres amante de la lectura), fui por casa a cambiarme y a coger algo de dinero. Recuerdo que llevaba un vestido rojo con lunares blancos y unas plataformas blancas también, de las que me había enamorado esa temporada. Parecía que me habían sacado de alguna película de Austin Powers, pero decidí que era el look ideal para semejante acontecimiento.
Pasé por el zulo donde quedaban mis colegas, esperando que alguno de ellos sacrificase aquel día de playa para acompañarme a tomar algo hasta el bar y quién sabe si comprar algún disco. Pero era demasiado imaginar, no está hecha la miel para la boca del asno. Por suerte allí había una chica tan aburrida como yo que cedió a acompañarme. Pedimos unas cervezas y hurgamos por todo lo que en aquellas cajas había. Ella se compró un libro y yo me hice con un sencillo de The Hellacopters para regalárselo a un amigo que estaba allí de vacaciones unos días y no había podido asistir (¡luego resultó que llevaba años buscando la cara B de aquel 7 pulgadas y fue el regalo del siglo sin haberlo planeado!). Para mí, la dosis de macarrismo que pedía mi cuerpo para sobrevivir a lo que quedaba de estío con un mínimo de dignidad y actitud: el '¡¡¡Viven!!!' de Wau Y Los Arrrghs!!
El desamor no era lo mismo si de banda sonora tenías Dicen  y tu fama de pendenciero no caía cuando ponías Copa, Raya, Paliza.  ¿Quién quiere más para resistir? A mi me resultó. 

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